El liderazgo democrático es un estilo de dirección basado en la participación activa, la confianza y la colaboración entre los miembros de un equipo. En este modelo, el líder no impone decisiones de manera unilateral, sino que promueve el diálogo, el intercambio de ideas y la construcción conjunta de soluciones. Su poder no proviene de la autoridad formal, sino de su capacidad para escuchar, integrar perspectivas diversas y fomentar un sentido de pertenencia en todos los integrantes del grupo. Este tipo de liderazgo se asocia con entornos laborales y organizacionales donde la creatividad, la innovación y la motivación colectiva son fundamentales. Al incentivar la participación y valorar las opiniones de cada individuo, el liderazgo democrático fortalece el compromiso, mejora la comunicación y genera una cultura de trabajo más equitativa y transparente. En una época donde la adaptabilidad y la inteligencia emocional son esenciales para el éxito, este enfoque se consolida como uno de los más efectivos para desarrollar equipos cohesionados, responsables y orientados a objetivos comunes.




