Qué hay que saber
- La obra más influyente de Goffman, La presentación de la persona en la vida cotidiana (1956), ha dejado una huella profunda en el análisis de la interacción humana.
- En este artículo exploraremos a fondo el concepto de máscaras de Goffman, su impacto en la psicología, el liderazgo, las redes sociales y la identidad.
- Cada interacción es una representación en la que las personas manipulan sus expresiones para influir en la percepción de los demás.
La vida cotidiana está llena de actuaciones. Cada saludo, cada sonrisa, cada conversación está cuidadosamente ajustada al contexto social en el que nos encontramos. Esta visión teatral de la vida fue formulada por el sociólogo canadiense Erving Goffman, quien introdujo la idea de que los individuos utilizan “máscaras” para interactuar con los demás. Estas máscaras de Goffman no son objetos físicos, sino construcciones simbólicas que forman parte del comportamiento social.
La obra más influyente de Goffman, La presentación de la persona en la vida cotidiana (1956), ha dejado una huella profunda en el análisis de la interacción humana. Su enfoque dramatúrgico describe la vida social como una representación escénica donde las personas desempeñan roles y presentan versiones de sí mismas adaptadas a su audiencia.
En este artículo exploraremos a fondo el concepto de máscaras de Goffman, su impacto en la psicología, el liderazgo, las redes sociales y la identidad. Entender estas máscaras es esencial para navegar conscientemente en la vida personal y profesional.
El enfoque dramatúrgico de Goffman
Goffman se adscribe al interaccionismo simbólico, una corriente sociológica que destaca cómo las personas construyen la realidad a través de las interacciones sociales. En este marco, cada encuentro es una escena, y cada persona es un actor que busca impresionar a su audiencia.
Goffman propone una analogía entre la vida social y una obra de teatro. Cada interacción es una representación en la que las personas manipulan sus expresiones para influir en la percepción de los demás. Esta metáfora dramatúrgica sugiere que los individuos no tienen una identidad única, sino múltiples identidades que despliegan según el contexto.
El concepto de frontstage y backstage es fundamental. El frontstage (escenario principal) es el espacio donde las personas actúan frente a los demás, mostrando comportamientos cuidadosamente seleccionados. En contraste, el backstage (tras bambalinas) es donde los individuos pueden relajarse y ser ellos mismos sin temor al juicio ajeno.
Esta división no es rígida, pero sí funcional para comprender cómo las personas adaptan sus comportamientos en la vida social.
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¿Qué son las máscaras de Goffman?
Las máscaras de Goffman son las representaciones simbólicas que utilizamos para interactuar con los demás. Cada máscara refleja un rol social que asumimos, ya sea como profesional, amigo, líder, pareja o desconocido. Estas máscaras no son engaños, sino adaptaciones necesarias para mantener la coherencia de la interacción.
Goffman señala que los individuos utilizan estas máscaras para generar una “impresión favorable” en su audiencia. La persona no es vista como una esencia fija, sino como un conjunto de personajes que interpreta en diferentes contextos. En cada encuentro, decidimos qué versión de nosotros mostrar.
Por ejemplo, un maestro frente a sus alumnos actúa de forma distinta que con sus amigos o con su familia. Cada contexto requiere una máscara diferente, y parte de nuestra inteligencia social radica en saber cuál usar en cada momento.
Estas máscaras son flexibles, pero también limitantes. Nos permiten funcionar en sociedad, pero también pueden alejarnos de nuestra autenticidad si son demasiado rígidas o si se vuelven una cárcel identitaria.
Máscaras, autenticidad y manipulación
Una crítica frecuente al enfoque de Goffman es que usar máscaras puede interpretarse como falta de autenticidad o incluso manipulación. ¿Somos falsos cuando actuamos diferente en el trabajo que en casa? ¿Estamos engañando al mostrarnos seguros cuando en realidad estamos nerviosos?
Goffman no consideraba que el uso de máscaras fuera sinónimo de falsedad. Para él, la actuación social es inevitable y necesaria para el funcionamiento de la sociedad. Las máscaras no son mentiras, sino herramientas de interacción. De hecho, todos esperamos cierto nivel de actuación de los demás: un camarero que no sonríe, un jefe que no mantiene el control, o un médico que no muestra confianza, nos incomodan.
Sin embargo, el peligro está en la manipulación deliberada. Cuando alguien utiliza su máscara para explotar, engañar o controlar a otros, se convierte en una representación tóxica. La línea entre adaptación social y manipulación es delgada, y requiere una reflexión ética constante.
La autenticidad, en este contexto, no es la ausencia de máscaras, sino la coherencia entre las máscaras que usamos y nuestros valores internos. Podemos ser auténticos líderes, amigos o colegas, siempre que nuestras actuaciones estén alineadas con nuestra integridad.
Las máscaras en el liderazgo
El concepto de máscaras es particularmente relevante en el liderazgo. Un líder debe desempeñar múltiples roles: inspirador, estratega, comunicador, negociador, mentor. Cada uno de estos roles implica una máscara distinta, diseñada para cumplir con las expectativas del equipo y la organización.
Lejos de ser una falsedad, estas máscaras pueden ser herramientas de liderazgo. Un líder que sabe cuándo mostrarse firme y cuándo mostrarse empático tiene mayor capacidad de influencia. Sin embargo, si el líder adopta máscaras sin conexión con su autenticidad, genera desconfianza y deteriora la cultura organizacional.
En el liderazgo transformacional, por ejemplo, el líder utiliza la máscara del visionario para motivar a su equipo, pero también la del mentor para escuchar y guiar. En el liderazgo autoritario, en cambio, la máscara puede ser más rígida y jerárquica, y suele generar temor más que respeto.
La clave está en utilizar las máscaras conscientemente y con propósito. El liderazgo auténtico no implica actuar igual en todas las situaciones, sino saber cuándo y cómo adaptar la propia presencia sin perder la esencia.
Máscaras y redes sociales digitales
El escenario de la actuación social ha cambiado con la llegada de las redes sociales. Hoy, Instagram, TikTok, Facebook y LinkedIn se han convertido en nuevos escenarios donde las personas presentan versiones cuidadosamente editadas de sí mismas.
Goffman fue un visionario. Aunque escribió décadas antes de internet, su teoría dramatúrgica se aplica perfectamente al mundo digital. En estas plataformas, los usuarios seleccionan fotos, palabras, filtros y encuadres que construyen una identidad pública: su máscara digital.
El perfil público es el frontstage. Allí mostramos logros, viajes, momentos felices y frases motivacionales. El backstage permanece oculto: los miedos, las dudas, el agotamiento, la rutina. Este desfase puede generar disonancia emocional, ya que las personas comparan su backstage con el frontstage de los demás, lo que alimenta sentimientos de insuficiencia o frustración.
El branding personal también es una forma de máscara. Profesionales que diseñan su identidad digital para proyectar confianza, liderazgo o creatividad están utilizando estrategias dramatúrgicas goffmanianas. Esto no es negativo per se, pero sí requiere responsabilidad y conciencia.
Críticas y ampliaciones del modelo de Goffman
Aunque influyente, la teoría de Goffman no ha estado exenta de críticas. Algunos teóricos argumentan que su enfoque enfatiza demasiado la manipulación y no da suficiente espacio al carácter estructural de las relaciones sociales.
Michel Foucault, por ejemplo, criticó la idea de que las personas son simplemente actores en escena. Para él, los sujetos están inmersos en redes de poder que moldean sus comportamientos desde fuera, no solo desde sus decisiones internas. Judith Butler, por su parte, tomó la noción de performance para desarrollar la teoría de la performatividad de género, argumentando que el género es una actuación socialmente aprendida.
Otros críticos señalan que la metáfora teatral puede ser limitada. No todo comportamiento social es actuación consciente. Muchas veces, las personas simplemente responden a normas y hábitos sin pensar en la imagen que proyectan.
A pesar de estas críticas, el enfoque de Goffman sigue siendo una herramienta potente para el análisis de la vida cotidiana, especialmente en contextos donde la imagen y la interacción son fundamentales.
Aplicaciones prácticas del concepto de máscaras
Entender las máscaras que usamos tiene implicaciones prácticas en la vida personal y profesional:
- Autoconocimiento: Identificar las máscaras que usamos en distintos contextos nos permite reflexionar sobre nuestra identidad y nuestras motivaciones. ¿Qué buscamos al actuar de cierta manera? ¿Qué versión de nosotros mostramos y por qué?
- Comunicación efectiva: Reconocer las máscaras de los demás facilita la empatía y la comprensión. No siempre lo que alguien muestra es su esencia; a veces es solo su máscara de protección.
- Coaching y liderazgo: El concepto de máscaras es útil en procesos de coaching, mentoring y liderazgo. Ayuda a las personas a alinear sus roles externos con sus valores internos, fomentando la autenticidad estratégica.
En última instancia, el uso consciente de nuestras máscaras puede mejorar nuestras relaciones, nuestro liderazgo y nuestra salud emocional.
Preguntas frecuentes
Representa los diferentes roles que adoptamos en la vida social para interactuar con otros. Cada máscara refleja una identidad ajustada al contexto.
No. Para Goffman, las máscaras son inevitables y necesarias para la interacción social. El problema surge cuando se usan de forma manipuladora o desalineada con los valores personales.
El frontstage es donde mostramos nuestra imagen pública. El backstage es donde nos relajamos, nos preparamos o actuamos sin presión social.
Las redes sociales son escenarios digitales donde las personas presentan máscaras cuidadosamente curadas. Goffman anticipó este fenómeno con su enfoque dramatúrgico.
Introdujo un modelo de interacción social que ayuda a entender cómo construimos la identidad, lo cual es clave en liderazgo, comunicación y psicología social.
Conclusión
Las máscaras de Goffman nos invitan a reflexionar sobre el modo en que construimos y proyectamos nuestra identidad. Comprenderlas no significa rechazar el rol social, sino utilizarlo con conciencia, ética y autenticidad. En un mundo donde la imagen pública cobra cada vez más importancia, volver a Goffman es una forma de reconectar con la complejidad —y la riqueza— de ser humano.

Bernardo Villar es un entrenador internacional de liderazgo transformacional, escritor y divulgador de temas de liderazgo y potencial humano con cuatro libros publicados sobre el tema del liderazgo.